jueves, 9 de febrero de 2017

Un cuento de Invierno



LA FUTILIDAD DE LOS NICHOS

Hace tiempo que no pasaba por aquí, pero creía que ya era hora. Quizás el trabajo, quizás las presiones de las tareas diarias, pero había abandonado el escribir. Hoy me lo he propuesto de nuevo, quizás con algo mas de tiempo y libertad para expresarme. O ganas.

En fin, el hecho es que pensaba en los nichos durante mi laboreo diario. Entre golpe de azada y golpe de azada, mi mente divagaba entre lo que que estaba haciendo y lo que me esperaba. Hacia tiempo que había asistido a unos cursos en el Ayuntamiento del pueblo, donde me enseñaron, junto a otros destripaterrones como yo, lo que podría significar incluir nuevas formas de trabajar en nuestras tierras. Hasta ese momento, labrábamos, plantábamos, cultivábamos y recolectábamos en soledad, cada uno en su parcelita, especializados en una hortaliza o en una fruta. Nos enseñaron lo que podría ayudarnos el compartir conocimientos, el conocer lo que el otro hacía. Que nos podría ayudar incluso para aplicarlo en nuestras labores diarias. Si hasta nos dijeron que miráramos por el agua, ese bien común que tanta falta nos hace a todos, que tratáramos de racionalizar su uso, que si no la desperdiciábamos, podíamos rentabilizar lo que el ayuntamiento nos cobraba por lo que gastábamos y que podríamos reutilizarla, colaborar con los demás....

Al final, todos salimos contentos, convencidos que íbamos a crear hasta una cooperativa, que íbamos a potenciar nuestra producción y que íbamos a crear un mundo mejor.

¡Tontos de nosotros!. Empezamos a trabajar, usando esos métodos, esas ideas. No todos habíamos ido a esos cursos y empezamos a divulgar esas ideas entre el resto de destripaterrones. Pero sorpresa, descubríamos una y otra vez que nos miraban con una cara que expresaba comprensión pero no aceptación. Nos miraban con esa cara de ¡pobres locos!, con esa cara de ¡ains, que buenas ideas, pero...!

Aun así, no desfallecimos y seguimos tratando de que aplicaran todo lo que nosotros veíamos tan claro. ¡ Si es que si no lo hacían, iban abocados al desastre!, se les ajarían los cultivos y se les secarían los terruños. Pero nada, seguían empeñados una y otra vez en mantener su situación, en no compartir lo que sabían, En gastar el agua sin medida, y el que venga detrás...que arree. En definitiva, seguir metidos en su parcelita, sin colaboración con los vecinos.

Y así pasaron los días, las semanas, los meses y todo seguía igual. nos escuchaban, nos miraban, intentaban en algunos momentos, hacernos casos, pero sus nichos de confort, de felicidad, de SEGURIDAD, les llamaban a gritos: ¡Veeeeen, no compartas, no cuentes, que te quedaras sin patatas que vender.....!

Y lo triste es que siguieron funcionando, algunos bien es cierto, perdieron sus terrenos y cosechas. El resto siguieron malviviendo, quejándose amargamente del Alcalde, de la lluvias, de lo caro que estaba el gasoil y los fertilizantes,...igual que siempre

Yo continuaba con mis creencias y aun sigo en mis trece, pero hoy, pensando mientras sacaba tierra con cada golpe en la tierra: Que agustito se está aquí solito, bajo el sol y sin nadie que moleste. Y miraba a mi lado con ganas de continuar así. Hasta que mire a mi derecha y vi de nuevo a mi vecino a la lejanía, ese otro que había ido a los cursos conmigo, que creía en todo lo que nos habían enseñado y el nicho en que me estaba metiendo de nuevo, desapareció como un sueño, le saludé, me acerqué a él y entre risas, compartimos un trozo de queso y de pan con las compuertas abiertas de la acequia y el agua regando ambos cultivos.

DEDICADO A ESE VECINO QUE SIGUE CREYENDO....Nacho, va por ti