Cada día puede ser una prueba para comprobarnos a nosotros mismos, de qué madera estamos hechos; y si hablamos de cómo prestamos el servicio, más.
Cada día, debemos, con nuestro conocimiento, aprendizaje y experiencia y, con una motivación propia de un profesional, nos debemos disponer con humildad pero con excelencia en los tacos de salida, para demostrar la calidad y el valor que podemos generar.
El otro día, por poner un ejemplo, de ese ¿Cómo nos disponemos en los tacos? estaba de compras y fui a entrar en una tienda que realmente me encantan, tanto sus productos como su atención. Y nada más entrar en la tienda, a quince metros, visualicé a una dependienta - nueva pero se denotaba que sabría del tema - y me encaminé a consultarla sobre una temática.
Según me iba aproximando a la misma, su cara, su mirada y todo su cuerpo, me comentaron, que la iba a molestar - no estaba haciendo nada - y su predisposición por tanto no era buena. Efectivamente, mi intuición no fue esquiva. Al llegar y sin terminarle de preguntar me dijo que no había. Le pregunté:
¿Estás teniendo un mal día?
Se quedó pensativa ante mi pregunta y pasados unos segundo me dijo. ¿Por qué? Le comenté, todos podemos levantarnos con el pie izquierdo, no estar motivados, tener estrés, estar pensando en cualquier problemática de casa, pero es no es óbice de tener actitud y de representar como dios manda, a la organización que nos paga e intentar si estamos de cara al público intentar hacerlo lo mejor posible...se quedo callada y sorprendida.
Da la casualidad que mientras le comentaba a la misma, que de todas formas lo pensara y que vería como su problemática se arreglaría, se acercó el encargado y me saludo. Ya comentaba que soy asiduo. La cara de sorpresa de la dependienta denotaba que yo como cliente, me quejaría de la forma y el servicio recibido pero...
¿Se sorprendió de mi respuesta al encargado?
Le dije, esto está como siempre, da gusto entrar en vuestras dependencia y además veo que tienes caras nuevas, y su servicio, en vez de ser igual, va increyendo. La cara de la dependienta fue de sorpresa. Me despedí de ambos, deseándoles que pasaran un buen día.
Días después, me acerqué de nuevo a la tienda y, qué casualidad, la misma persona que la otra vez. Pero fue diferente. Muy diferente. No fui yo hacia ella; ella vino hacia mí. Y sus primeras palabras, fueron de agradecimiento. Le respondí ¿Por? Me comentó que el otro día tenía problemas en casa y no la dejaban desempeñar bien su labor y tras nuestra conversación y mi comentario hacia el encargado, le hizo reflexionar.
Le dije, no hay de qué, pero yo no he hecho nada, tú con la propia experiencia has aprendido y eso es lo que te llevas. Encontrándome al encargado cuando salía, me especificó que mis palabras del otro día eran totalmente ciertas y, que no sabe como, la dependienta había cambiado y parecía que se había multiplicado por cuatro. Es como sí cada cliente que tiene a su vista, se dispusiera en los tacos de salida e hiciera una carrera para complacer, para prestar un servicio y una calidad propia de la marca de dicha organización. La he propuesto para que le suban el sueldo en base a sus resultados.
Me dije, esto no pasa a menudo, estaré soñando. Por lo que, la relación cliente-servicio o servicio-cliente debe estar equilibrado y participar en buena forma y al unísono para que todos ganen. Lo que saco yo de todo esto, es mi aprendizaje propio para poder crear y prestar mejor mis servicios y como no, se aprende fuera comparando con otros y estando pendiente de este tipo de oportunidades en las que aprender a ser mejor, a ser diferente y, por tanto, satisfacer mejor tu día a día en el trabajo.
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