En un lugar recóndito de la China tradicional, un gran maestro enseñó a una serie de discípulos de una pequeña aldea, las buenas prácticas inculcadas y salvaguardadas de generación en generación en la familia de dicha maestro.
Sus discípulos veneraban al maestro y cada concepto que se creaba en su mente con sus enseñanzas lo aprendían con el buen hacer y la experiencia, ya que la memoria no era un hábito aconsejable ni certero para su posterior enseñanza.
Pasaron los años y, cuando dicho maestro certificó el traslado de su conocimiento, les indicó a sus discípulos que crearan escuelas cuya misión de las mismas organizaran con bien máximo la enseñanza de lo que habían aprendido.
Cada discípulo se desplazó por las diferentes zonas de la región y estableció sus organizaciones, mandando misivas a su maestro indicándoles como les iba según el plan trazado por él. El maestro orgulloso de su legado se retiró a meditar y alcanzar un nuevo nivel de sabiduría para trasladar a sus enseñantes.
Pasado lo años, el maestro se propuso comprobar in-situ si las buenas prácticas que fue con compromiso y pasión aleccionando a sus discípulos. Y cual fue su sorpresa, que al ir visitando uno a uno, las organizaciones que crearon los mismos para que no se perdiera la fuente de conocimiento trasladada de generación en generación, se encontró que en cada organización se había perdido la visión, el horizonte y la misión por la cuál se habían creado, convirtiéndose en nichos de promoción, demagogia, burocracia y falsedad inherente para contentar al sistema no a su maestro.
El maestro, les convocó después de tanto tiempo a una reunión a cada uno de discípulos - ya maestros - que deberían haber liderado su obra. En lugar de arrepentimiento, solamente el maestro encontró sinrazón, mala práctica y una perdida de toda creencia en lo que era fuente de conocimiento. Solamente había palabras, pero no hechos, no había práctica sino pesadumbre por mantenerse como maestro en sus organizaciones.
Solamente uno, el cuál se le creía desaparecido por todos, después de defenestrarle por indicarle a los demás en la mentira en la que se sustentaba su práctica, se postró ante su maestro. Y pidiéndole su perdón por los demás emprendió un viaje con el único propósito de encontrar verdaderas almas puras con ganas de aprender sus enseñanzas dedicar su vida y su legado a su maestro no perdiendo aquellas artes milenarias.
Nunca volvieron a saber de él así como el maestro dando de nuevo una oportunidad a los demás, con el tiempo volvió a demostrar que su vida se movía por el lucro que provenía en la práctica no en su creencia.
La buena práctica se cree en ella, se crea y se difunde
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